Sos una ninja del cronómetro. Lo tuyo es una verdadera cronomaquia: una lucha feroz entre la mujer y el tiempo. Un duelo a relojazo limpio en busca de los diez minutos que te faltan para editar el post que escribiste anoche mientras tu familia dormía y antes de que el bebé se despertara para la primera de sus tomas nocturnas. Porque, como dice el ginecólogo, hay que alimentarlo a demanda…
Mientras tomás el desayuno parada, untando la mermelada dietética en la galletita sin sal (faltaba más, hay que perder los kilos que quedaron…), el motivo de tu existencia y primera razón de tu vivir, decide que es el momento de comenzar su día. Al principio, te tienta hacer de cuenta que no escuchaste. Te engañás pensando que es tu imaginación de primeriza la que inventa quejidos inexistentes provenientes de la cuna… Mirás de reojo y expectante. Pero no era tu imaginación. 

Efectivamente. Se despertó la luz de tus ojos. Adiós edición del post. Hola pecho.
A no lamentarse madre bloguera, que tu página de maternidad va a seguir en pie pero ese momento insustituible se extiende apenas algunos meses… Amamantá tranquila y sin apuro. En tu fuero interno –ese que es tuyo pero ya no te pertenece totalmente- bien podés pensar en el tema de tu próximo post. Porque tenés la teta ocupada pero, mientras el cerebro resista, existe la esperanza de coordinar dos ideas sensatas para contarle al mundo lo feliz que te hace ser mamá.

¿Yo? Bloguera primeriza.

En un acto de brutal sinceridad, te confieso que las mamás blogueras son mi tribu preferida de toda la blogosfera y universos paralelos. Tienen un aura rosa chicle que solo ellas pueden ostentar y el descaro de creer que están viviendo la experiencia más maravillosa e irrepetible del mundo mundial. Además de creer que les pertenece únicamente a ellas y su bebé. A nadie más. Bueno. Ponele que, a veces, participa papá. Pero es ocasional. 
Las primerizas que bloguean son tan adorables como predecibles y puedo decirlo con total impunidad porque fui una de ellas.  Sí señora. Quien suscribe fue una primeriza con blog. Lo escribo y me parece que sucedió en otra vida. Sin embargo, no fue hace tanto tiempo. Hace seis años yo tuve mi propio blog sobre la mágica experiencia de la maternidad. Con el crecimiento de mi bebé, este espacio de catarsis hormonal terminó fusionándose con mis desmesuras varias. Porque, como ya tengo dicho, no es lo mismo tener un blog de maternidad que ser una mamá bloguera.
Estoy a punto de escribir una de esas barbaridades que solo yo soy capaz de poner en palabras. Sabrás disculpar el despropósito y te pido que te tomes cinco minutos para pensar seriamente lo que propongo. No sé vos pero yo, tengo la percepción de que las madres blogueras más que una tribu somos un grupo de culto.  Asumimos todos los comportamientos sectarios que te puedes imaginar…y los que no, también. 
¿Te animás a comprobar por qué?

El culto de las madres blogueras.

Todos los cultos tienen sus rasgos específicos y otros tantos en común.  Las primerizas blogueras no podían ser menos. Teniendo en cuenta que el parto es el ritual de iniciación más claro y contundente en la historia de la civilización –a ver quién se atreve a desmentírmelo- veamos qué otros rasgos modificados del comportamiento nos transforman en las sacerdotisas de un culto muy –pero muy- particular
– Exclusivismo. Como en toda secta que se precie, las madres blogueras formamos parte de un grupo de pertenencia cerrado. Un colectivo de experiencias y emociones que solo nosotras conocemos. Si no sos madre, es probable que mi afirmación te rebele. Enojate conmigo, protestá contra la mística de la maternidad extendida en las redes sociales o confabulá formando un grupo anti-maternidad bloguera. Lo cierto es que hay matices emocionales que solo se experimentan sosteniendo en brazos a tu bebé. Si sos primeriza y además escribís un blog, mientras acunás a tu primogénito no solo estás disfrutando de una sensación incomparable sino que es probable que tomes treinta fotos por segundo con uno de esos aparatos móviles inteligentes que conservan en bits de memoria cada respiro de tu bebé. Ni siquiera los fotógrafos de la National Geographic, tienen tantas capturas de un ser vivo como una mamá bloguera.  También es probable que tengas todos los canales virtuales bloqueados con imágenes del hermoso ser humano que pariste y que Google esté a punto de declararte spammer. Pero ése, ya es otro tema.
– Sentido de pertenencia e intimidad. De pronto, la otra madre primeriza que te encontraste en la sala de espera del ginecólogo es casi tu mejor amiga y vos, que nunca fuiste particularmente sociable, iniciaste una conversación sobre grietas en los pezones con una completa desconocida. En las salas de espera, en los supermercados, en las fiestas infantiles…ellas están ahí y podés reconocerlas intuitivamente en cada una de sus acciones. ¿Sabés por qué? No intentes negarlo. Tus comportamientos sociales anteriores están siendo modificados por la relación con un líder carismático que no supera los sesenta centímetros de altura. Si eras tímida y reservada en tu vida pasada, todo retraimiento se diluye frente al símbolo más innegable de pertenencia al culto: un bebé en brazos.  Por eso, no creas que la terapia es una necesidad si te sorprende tu propia voz contándole a esa mujer -que encontraste casualmente en la fila del cajero automático- que tenés un blog sobre maternidad y cuando quiera sentirse menos sola, pase a visitarte y lo lea. Ni te espantes de lo preocupadas que se escuchan ambas mientras discuten sobre la consistencia de la materia –y no me refiero a la materia inorgánica. No necesitás terapia, sos parte del culto.
– Cantos y estados hipnóticos: creo que este aspecto modificado del comportamiento aplica a cualquier madre. Sin embargo, necesito alertarte a tiempo. Si te descubriste cantando una canción cíclica y monótona mientras tecleás en tu computadora un post sobre las ventajas y las desventajas del porteo… No es que tengas una escisión de la personalidad y debas preocuparte por tu salud psíquica. Es probable que no puedas desprenderte por un buen rato de las canciones infantiles preferidas de tu bebé. El día que me sorprendí a mí misma cantando una canción de cuna mientras me duchaba…supe que algo había cambiado para siempre. Para qué entonces voy a extenderme en el tema de los estados hipnóticos si vos sabés perfectamente que no hay otro trance como el de observar a tu bebé durmiendo. Pero ¿te diste cuenta de lo que pasa mientras escribís para el blog? No es un estado de trance menor. En ese momento, volcaste en letras todas las inseguridades y los miedos que habitan tu universo mítico-maternal y cuando te comenta otra madre, te sentís menos sola  en tu nuevo rol y más parte del culto. ¿O no es verdad?
– Aceptación ciega de los preceptos del culto.  No es que vayas a hacer todo lo que te dicen pero, si después de dos semanas de cólicos,  leíste en tu blog maternal de confianza que parándote de manos mientras repetís un mantra tibetano tu bebé deja de llorar… es probable que lo intentes. Ambas cosas: pararte de manos y aprender el lenguaje secreto de los monjes en un curso acelerado de quince minutos. Si lo venden en la shop, no vas a dudar en comprar el training exclusivo y si además te funciona,  de la forma más irracional, estás dispuesta a compartir la experiencia en tu blog. Porque, seamos honestas, lo importante es que deje de llorar. Ya sea porque funciona el mantra ancestral o porque el niño está paralizado de miedo pensando que su madre se volvió loca. Confieso que esto último aplica mejor para los mayorcitos, que prontamente vuelven al redil de la buena conducta cuando mamá hace algo inesperado o socialmente inaceptable. No te digo que vayas por la vida de cabeza y cantando mantras pero…
Otro día conversamos de los preceptos blogueros que siguen ciegamente las madres primerizas cuando comienzan a escribir sus propios post. Desde ya te anticipo que puedo darte la lista de temas, ordenada cronológicamente y con imágenes incluidas de un blog maternal. Sé lo que dicen y lo que no. Y sé cuánto duran. No es que sea vidente, soy una madre bloguera. Pero ésta, es discusión para otro post.
¿Te reconociste? Si padecés alguna de las anteriores modificaciones del comportamiento, desde ya quiero decirte que tienen cura. Los niños crecen y tu primer blog de maternidad te transforma en una madre bloguera. Ahora, quiero cumplir con una advertencia de rigor: ser primeriza tiene cura pero ser bloguera es una condición crónica. Bienvenida al culto.
Me despido…
Abuso de la hospitalidad de Ana María y te cuento que si sos una primeriza con blog o formás parte de alguna de las tribus de blogueras que describí en el primer post, tengo para vos una novedad. La última semana de setiembre comienza en La Desmesurada un curso gratuito para blogueras profesionales. Si querés dar el próximo paso con tu blog, te espero para que te suscribas y pensemos juntas cómo tener un blog visible y con sentido.
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Aquí tienes los análisis de la tribus anteriores por si te los perdisteis:
MIL GRACIAS PAULA POR COMPARTIR TU DESMESURA DESBORDANTE EN FRIKYMAMA

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